Argentina, un país casi en el confín del mundo, es, sin lugar a duda, uno de los territorios de este continente más maravillosos que hay. Maravilloso, no sólo por sus increíbles paisajes, sino por ser tierra de oportunidades para quienes quieran inmigrar.
Geográfica y culturalmente compartimos fronteras con cinco países: Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia, motivo por el cual tenemos un profundo sentido de hermandad. Nuestra historia es el resultado de muchos europeos que escaparon de la guerra y se instalaron en nuestras tierras en busca de nuevas oportunidades. Hoy, cientos de años después, seguimos representando esa salida: venezolanos, colombianos, rusos y otras nacionalidades también, ven en nuestro país la esperanza de una nueva oportunidad. Esta esencia cosmopolita y multicultural nos enriquece como país, como personas y como sociedad, básicamente porque no imponemos una tradición, sino que respetamos las que cada pueblo trae consigo al inmigrar.
Si bien Argentina es un país católico, podemos presenciar en época navideña diferentes tipos de celebraciones, provenientes de tradiciones cristianas y paganas a la vez.
Como la mayoría de los países, Argentina se engalana cada navidad con el armado de bellísimos árboles navideños en cada rincón del país. Cada provincia en su plaza principal se luce con las luces que decoran los árboles, las calles se iluminan y transforman generando un clima de alegría y celebración.
El Arbolito de navidad. Su origen
¿De dónde proviene la tradición del Arbolito de Navidad en nuestras tierras?
Es interesante comprender cómo llegamos a instalar en nuestro territorio la presencia del arbolito de navidad. Para ello necesitamos remontarnos un poco a nuestra historia.
En la época del Virreinato del Rio de la Plata, no teníamos dentro de nuestras tradiciones el armado del arbolito. La navidad era la celebración litúrgica más importante del año, y no incluía ningún arbolito.
Fue en diciembre de 1828 cuando el irlandés Michel Hines, que profesaba el cristianismo anglicano, armó en Buenos Aires el primer arbolito de navidad. Quiso replicar una tradición de su tierra de origen. Con lo que logró encontrar acá creó nuestro primer ejemplar. Utilizó la punta de un cedro en cuyas ramas colgó velitas y manzanas. Colocó el árbol cerca de una ventana y, como su casa estaba en el centro de la ciudad, quienes pasaban por allí no hacían más que admirarla.
Es así como llega a arraigarse entre nuestras tradiciones una costumbre europea y, cada 8 de diciembre, los argentinos armamos nuestro tradicional árbol de navidad.
Papá Noel y los regalos
Otra de las resonancias europeas es la presencia de Papá Noel entre nosotros. Debemos reconocer que el espíritu navideño nada tiene que ver con el que se transmite a través de la presencia de Papá Noel, una figura mítica que llega para «dar regalos».
La historia de este personaje se remonta a los siglos 111 y IV después de Cristo y se inspira en la figura de San Nicolás de Bari, quien una noche de un 24 de diciembre regaló en secreto bolsas de oro como dote para unas muchachas que sin ese dinero no podrían casarse.
De allí que el hecho de recibir regalos «en secreto» suele ser una tradición que seguimos en gran parte del planeta.
Hoy en día, existen aplicaciones en torno a estos regalos navideños, así las familias organizan «el papá Noel invisible». Todos se aseguran de recibir un regalo, con lo cual este juego es parte de la celebración.
El pesebre y las danzas de adoración
En Argentina, existen celebraciones fuertemente vinculadas al cristianismo y al catolicismo hispánico.
Todas las provincias argentinas poseen, en su patrimonio tradicional, manifestaciones navideñas en las cuales el centro y corazón de la fiesta es un ámbito sagrado, esencialmente hogareño, llamado «pesebre» o «nacimiento», que se construye figurando el establo de Belén donde nació Cristo el 25 de diciembre, según la teofanía basada en las actas quirinales que comenzó a practicarse en Antioquía, por influencia de San Juan Crisóstomo, hacia el año 315.
En las parroquias e iglesias, los niños suelen representar el pesebre viviente, lo cual termina siendo un espectáculo que convoca a toda la comunidad local.
Como resultado de la transculturalidad propia de nuestro país, podemos asistir en el norte, en la Provincia de Jujuy, a las danzas de adoración alrededor de los pesebres. Las mismas provienen de danzas andinas de Bolivia y Perú y se bailan al son de huaynos adaptados con coplas españolas o híbridas (español- quechua).
Entre estas danzas se encuentra la tradicional «danza de las cintas» que se presenta como una suerte de juego infantil de memoria, atención y destreza: doce o más niños colocados en ronda en torno de un mástil -de cuya cima penden otras tantas cintas de colores-, toman cada uno una cinta y comienzan a cantar villancicos mientras realizan evoluciones de tal manera que llegan a formar sobre el mástil un trenzado perfecto para luego destejerlo al son de nuevos cantos y mediante movimientos coordinados de sentido inverso. De este modo, los participantes se comprometen a difundir el espíritu navideño por medio de interpretaciones musicales y danzas que incluyen tambores, redoblantes y quenas. Celebran mediante bailes al compás de los sicuris, frente a la tradicional escenificación del nacimiento en el establo.
Esta práctica es exclusiva de la provincia de Jujuy. Se inicia en diciembre y suele prolongarse hasta enero con la celebración de la llegada de los Reyes Magos, e incluso puede extenderse más allá, dependiendo de la decisión de cada grupo de devotos.
Celebrar en Familia
Si algo nos caracteriza como sociedad es que vivimos la navidad como una oportunidad para encontrarnos en familia. Se trata de compartir, conversar y reconocer la importancia que tiene el sentido de pertenecer y conservar nuestro vínculo familiar.
Es tiempo también de dar acogida al necesitado. Por eso, cuando alguien no tiene con quien pasar la navidad, seguramente hallará un argentino que le abra las puertas de su hogar. Lo importante es ser solidario y demostrar que la navidad se vive y demuestra en actos en los que el amor al otro es una realidad.
Quizá muchos no conozcan la riqueza de nuestro suelo o de nuestra gente, pero de algo estoy segura: el día que tengan el gusto de compartir con nosotros una porción de sus vidas, quedarán enamorados de un país que siempre tiene mucho para dar. Que esta Navidad nos encuentre orgullosos de ser quienes somos.